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domingo, 6 de septiembre de 2015

Bernarda, la mujer que vio el renacimiento de la Estancia de Caroya

Bernarda Cipriana Amaya fue homenajeada por ser la primera empleada de la Provincia cuando se logró la expropiación de la casona histórica en 1965. Estuvo 30 años en el lugar y en una de sus salas nació su hija Susana.
El Gobernador De la Sota la reconoció y la mujer, de 79 años, se emocionó profundamente.


En el acto de inauguración del Centro Turístico del Legado Jesuita y el Camino Real se realizó el homenaje a Bernarda Cipriana Amaya, la primera empleada de la Provincia en el Museo.

La mujer se instaló en la década de los ‘60 en el histórico edificio, convertido en ruinas y albergue de familias que lo transformaron en un conventillo -como “ocupas”-.

Fue la época más triste y desconocida de la historia de la Casa: la capilla no tenía techo y en sus paredes de piedra, bajo chapas que servían de techo a un metro y medio del suelo, vivían varias personas.

Luego de la llegada de los inmigrantes a la Colonia, en 1878, las salas donde se escribió parte de la historia del país fueron albergue de familias sin hogar aún cuando en 1941 la Casona fue declarada Monumento Histórico Nacional.

El Gobierno de la Provincia la expropió recién el 20 de enero de 1965 y nombró al primer personal que trabajó en el edificio. Pagó 74.473 pesos por las 10 hectáreas.

Fue decisiva la intervención del Padre Oscar J. Dreidemie S.J., que impulsó la desocupación, la revalorización y el mantenimiento.

Para esta última tarea la encomendó a Bernarda y su esposo, Aparicio Roldán.

Posteriormente, se realizaron trabajos de restauración a cargo de la Dirección de Historia, Letras y Ciencia.

Nunca en mi vida pensé ser homenajeada; esto cambió muchísimo, eran ruinas, un basural, había mucho monte; ahora le doy gracias a Dios que esto sigue adelante: estoy orgullosa. Pensé que esto iba a terminar mal porque la gente que estaba cuando era un conventillo no la cuidó nunca, nunca le dieron el valor; yo llevo en el alma todo esto”, dijo con lágrimas en los ojos luego del acto.

Bernarda tiene 79 años y la última vez que entró a la Estancia fue hace dos años, cuando acompañó a su nieta, alumna de la Asociación Educativa Pío León.


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