Incendios, avance urbano, tala indiscriminada y políticas incorrectas fueron claves para no retener el agua de una lluvia extraordinaria como la del pasado 15 de febrero.
Los afectados también somos nosotros, que recibimos esa agua con una fuerza destructora.
El temporal que el fin de semana pasado dejó ocho muertos, más de 1.680 viviendas dañadas, 11 puentes y un acueducto rotos, 40 kilómetros de rutas y 1.200 cuadras de calles destrozados y mucha tristeza en las Sierras Chicas fue producto –más allá de las lluvias torrenciales– de una serie de factores de riesgo.
Estos están latentes desde hace décadas en esa zona del departamento Colón, al noroeste de la ciudad de Córdoba.
Los 260 milímetros de lluvia que cayeron en menos de 24 horas en algunas localidades de las Sierras Chicas desnudaron la debilidad ambiental en la que se encuentran las cuencas de la región, afectadas por los incendios, la tala indiscriminada, la explosión demográfica y la urbanización descontrolada de la última década.
Las cifras hablan por sí solas: entre 2004 y 2013, se incendiaron 75.220 hectáreas acumuladas (40 por ciento menos que la década precedente), se desmontaron 8.600 hectáreas en los últimos 10 años (con un historial de tala continua desde 1940), la población se duplicó en los últimos 15 años (hoy asciende a 140 mil personas, según el Censo 2010) junto con un impresionante crecimiento de la urbanización en igual período.
Una investigación de Joaquín Deon, licenciado en Geografía por la Universidad Nacional de Córdoba, muestra cómo creció la urbanización en las Sierras Chicas y cómo avanzó también el desmonte.
Artículo publicado este domingo 22 de febrero en La Voz del Interior.
Foto: La Voz
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