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miércoles, 19 de noviembre de 2014

Carta abierta del nieto de "Cuca" Zanier

El Arq. Adrián Zanier escribió una carta en la que lamentó la muerte de Amelia Serafini (86). Calificó a las autoridades municipales de accionar con "inoperancia, incapacidad, inacción y desidia". También se refirió a las condiciones del cementerio.
Lee el comunicado ingresando a la nota


Buen día:

Creo que ya hice mi duelo, pensé mucho sobre si escribir o no estas líneas, pero la verdad que leyendo todo lo redactado hasta el día de hoy, habiendo visto todo lo publicado en los medios, y considerando que por lo ocurrido a mi nona un barrio se movilizó y cortó la avenida principal y generó con esto otro hecho histórico en mi querida Colonia, es qué en agradecimiento a todo esto y en memoria de mi queridísima nona me atrevo a elaborar redactado.

Considerar los ocurrido a mi Nona como “una desgracia” es al menos penoso de quien viene. Supongo a quien emitió estos dichos una persona instruida, creo que es abogado, además de ser quien debe velar por sus representados en ausencia del intendente.

Mi querido vecino, las desgracias son externas a las posibilidades humanas de resolverlas. Un tornado, un terremoto son una desgracia. Son factores exógenos a la voluntad humana de poder controlarlos.

La falta de semaforización, la inexistencia del cebrado de la senda peatonal y todo otro elemento de que puedan ser utilizados para proteger la seguridad y la integridad de las personas, está dentro de la inoperancia, incapacidad, inacción, la desidia de los gestores responsables de proteger a sus representados.

Lamentablemente este lamentable suceso en mi vida y en la de mis familiares me ha movilizado a expresar lo que en privado, he notado en los últimos 8 años de esta administración.

Me atrevo a decir y sin temor a equivocarme, que la inversión en seguridad en los últimos dos períodos de gobierno ha sido cero.

A duras penas y bajo la presión de los medios periodísticos es que se solucionan a medias los defectos que reclaman los vecinos en esta materia. Arreglo de baches, lomadas, calles, que muchas veces he visto que ni con esta presión han sido solucionados.

Animo a los vecinos a intentar transitar por vereda de la avenida y no trastabillar al menos una vez o esquivar la trampa mortal que son las acequias en medio de la acera. Tal el caso del sector de la bodega campana. Como verán solo hablo del sector en el que se movía una persona de 86 años y solo una de la innumerable cantidad de sexagenarios, sextagenarios u octogenarios que debe haber en el sector.

Un párrafo aparte me merece el cementerio. Que puedo decir cuando llevamos a esta pobre persona a su último lugar en esta tierra. Transitar por esos pasillos con los techos casi cayéndose a pedazos, sin arbolado. Y eso no fue lo más penoso. ¿Saben el dolor que significó tener que levantar el cofre entre cinco personas tambaleándose sobre una base medio derruida y el encargado del cementerio sobre una escalerita apoyada sobre la plataforma en donde en el momento que tambaleó todo por el mal esfuerzo que estábamos practicando, corrieron riesgo la integridad de quienes estábamos haciendo semejante es fuerzo comparable solo a los malabarista de un circo?

…”no es vida la de esos pobres muertos en este cementerio”… dice un comentario popular. Y en este es por demás cierto.

Nadie en este mundo debería irse de esta manera. Mucho menos aquellas personas que, como mi Nona, sufrieron en vida el calvario del ser humano. Ella en particular y por su edad debió irse como corresponde a una persona de su edad, rodeada de familiares, amigos y afectos.

Sé que nada ni nadie me va a devolver lo que me arrebataron por negligencia, desidia, e inoperancia tanto municipal como por parte de quien conducía el rodado que la atropello. Pero, y cómo fue su costumbre, cuando se iba algún lugar, siempre dejaba algo. En este caso dejó el envalentonamiento barrial para enfrentar la mentira y la ineficiencia de un estado absolutamente ausente.

Ojalá su ida, el dolor de sus familiares y amigos y en particular mi dolor sirvan para corregir el rumbo al menos en parte los defectos de su amada Colonia Caroya y no solo de un pequeño sector.

Ella ya se fue pero quedarán las enseñanzas de una nona gringa, incansable trabajadora, madre, abuela, bisabuela, amiga, y todo otro calificativo que en este contexto le pudiera caber.

Ya no voy poder comer los canelones que solías hacer para los cumpleaños, ni enojarme porque andabas arriba del techo barriendo las hojas que se depositaban entre las tejas. Ya no podré probar esos dulces caseros siempre con algún experimento compositivo buscando, tal vez, el sabor único e irrepetible.

Quien sabe por dónde andarás hoy. Quien sabe que caminos te tocarán transitar entre el periplo de la vida y la gloria del alma.

¡Gracias por todo Nona! En algún momento nos reencontraremos para almorzar juntos en la mesa dominical. ¡Gracias!

Arquitecto Adrián Lionel Zanier

Mat.: 1-6767



D.N.I.: 23664852

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