Nació en 10 de septiembre de 1934 en Entre Ríos y lleva 54 años trabajando en sanatorios y consultorios de nuestra zona.
Fue el fundador de Clínica Jesús María.
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En un consultorio, como un día más, haciendo lo que le gusta. Así celebró el Dr. Alberto Müller su cumpleaños número 80.
Sorprendido, nos recibió en el Dispensario del Lote XI, donde atiende tres días por semana. Es el lugar donde entabla sus relaciones más estrechas con la sociedad, que le demuestra la confianza en su profesionalismo.
Nació en Entre Ríos el 10 de septiembre de 1934 y siendo muy joven se trasladó a nuestra provincia para estudiar Medicina en la Universidad Nacional de Córdoba.
A nuestra zona arribó en el año 1961, cuando ingresó como practicante mayor en el Hospital Vicente Agüero. Tenía 27 años.
Apenas tres años después, fundó la Clínica Jesús María con el Dr. Aníbal Viale.
Otros tiempos.
La profesión fue el centro de su vida: “Me gusta mucho la medicina. Estudié y a través del desarrollo de la misma me di cuenta que podía serle útil a la sociedad. Hice de todo: cirugía, clínica, obstetricia y hasta rayos X. Ahora viene la gente joven, ya especializada en algo, pero antes no se hacía cardiología o traumatología”.
Lo más valorable de Müller es que permanece activo en una de las ramas de la ciencia que más evolución tiene y sabe que a su edad es necesario seguir estudiando y capacitándose para estar a la altura de lo que el paciente requiere.
“Antes, todo se hacía de corazón y con mucha responsabilidad; la Terapia Intensiva era estar al lado de la cama del paciente hasta que Dios decía basta o salía caminando; nos quedábamos ahí, sin dormir, controlando el suero o la respiración, sentaditos en una sala común porque no había la tecnología de hoy; en la actualidad, el médico tiene el gran aporte de los elementos complementarios”, recuerda y compara el Doctor.
Médico amigo.
Alberto Müller es el médico de mayor edad que ejerce esta profesión en la zona y la gente se lo reconoce.
Es el último de la camada de los facultativos que marcaron la historia de la salud en la región, como el mismo Dr. Viale, el Dr. Fascioli, el Dr. Hansen, el Dr. Pécora, el Dr. D’Olivo o el Dr. Ochiuzzi.
“Creo que soy el último de los mohicanos”, agrega entre risas.
Es, también, uno de los últimos de la generación de médicos que eran amigos del paciente.
Su reflexión emociona y golpea: “Siempre existía esa gratitud, no se pensaba en mala praxis; en aquella época, cuando alguien fallecía, llorábamos junto a los familiares en los pasillos de las clínicas. Hoy las cosas han cambiado con respecto a la responsabilidad del médico porque tenemos una espada de Damocles que es la mala praxis, de la que te pueden acusar si algo sale más; hoy no existe esa amistad directa”.
“Yo recuerdo que llegaba fin de año y no te alcanzaba el auto para llevar las cosas de tantos regalos que uno recibía en forma de gratitud de todos los amigos a los que atendía”, rememora.
¿Por qué nunca dejó de ejercer la profesión?
Dr. Müller: - Primero, porque me gusta y lo hago, porque la gente me busca. Tiene confianza en mí y yo tengo que brindarle el servicio ante esa confianza. Y hay que seguir estudiando, actualizándose y aprendiendo de la gente joven. Yo tengo mis problemas, mis patologías. Seguiré mientras la gente me busque. El día que no tenga pacientes, me tendré que ir. O hasta cuando Dios diga basta.
A tal punto llega su vocación que Müller prefirió no jubilarse para que no le retiren la matrícula de médico: “Tengo media jubilación para poder seguir trabajando. Sería un estrés muy grande para mí si dejo el consultorio. Sería un sufrimiento muy grande. Si me quitan la matricula es como si se muriera alguien al lado mío”.
FUENTE Y FOTO: DIARIO EL DESPERTADOR
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