Un hombre de 86 años sufrió una descompensación cardíada cuando esperaba el colectivo en Av. San Martín. Fue socorrido por una remisera, que cargó el cuerpo en el vehículo que manejaba y lo llevó al Sanatorio Caroya, pero el octogenario llegó si vida. Estuvo tres horas con el cadaver en el auto, porque nadie quería constatar el deceso.
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TEXTO: DIARIO EL DESPERTADOR
Don Angel Ernesto Zenarola sufrió una descompensación cardíaca cuando esperaba el colectivo en la parada de Av. San Martín, frente al Banco de Sangre de la Cooperativa de Servicios Públicos.
El hombre, de 86 años, regresaba de Córdoba y tenía en sus manos el último estudio cardiológico que le habían realizado.
Sin embargo, tras permanecer unos minutos en la garita, sufrió un infarto y cayó desvanecido.
La situación fue advertida por una remisera que hasta el lunes prestaba servicios en la empresa Los Plátanos y que decidió ayudar al anciano.
“Paso por la base y veo a un hombre que se cae y me bajé para ayudarlo; pedimos ayuda, llamamos a la Policía; pasó el AMI, paró, nos miró y se fue; no sé por qué no se quedaron a socorrer al hombre, porque estábamos desesperados”, contó Verónica Garay, la trabajadora del volante que vivió esta trágica situación.
Los minutos pasaban y los vecinos no sabían qué hacer.
Situación límite.
Con la anuencia de la Policía, decidieron cargar al hombre en el remise y trasladarlo al Sanatario Caroya, pero Don Zenarola falleció en el trayecto.
“Llegamos al Sanatorio, pero ya estaba sin vida; la enfermera nos dijo que no había nada que hacer, la Doctora no quiso reanimarlo; el Policía les pidió, pero insistieron que era innecesaria la reanimación; me hubiera gustado que, por lo menos, intentaran revivirlo”, opinó la mujer.
En el Sanatorio, la situación fue dramática. Nadie quería hacerse cargo del tema y los familiares no querían esperar la llegada de la Policía Judicial. Como se sabe, sus demoras son prolongadas porque un solo equipo de profesionales cubre todas las necesidades de más de media provincia.
Al Hospital.
Finalmente, los uniformados locales se contactaron con el Hospital Referente de Area Vicente Agüero y Verónica Garay tuvo que dirigirse a la morgue del nosocomio con el cadáver en el vehículo que conducía.
Habían pasado casi dos horas y media desde el momento en que el octogenario sufrió el infarto hasta que constataron la muerte en el Hospital provincial.
En ese tiempo, se dieron situaciones que indignaron a los hijos del hombre y a la misma mujer que lo socorrió en la calle.
“Los familiares me agradecieron por mi actitud, me pidieron que me quede tranquila, que había sido un infarto fulminante”, contó.
Desocupada.
Si algo le faltaba a la historia, Verónica Garay fue desafectada de la remisería el lunes a la noche.
“Anoche me dejaron sin trabajo; el dueño del auto me dijo que no me necesitaba más. ¿Por qué? No lo sé. Me dijo que lo iba a sacar al auto, que no quería saber más nada, pero seguramente le molestó que haya un muerto en su auto y que haya estado tres horas sin poder trabajar; me hace pensar que tendría que haberlo dejado tirado al hombre cuando lo vi descompensarse, pero yo estoy tranquila con lo que hice”, concluyó.
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